En los últimos tiempos existe entre algunos círculos nacionalistas la tendencia a no sabemos muy bien que tipo de “unión fraternal” entre los distintos pueblos supuestamente “oprimidos” de la Peninsula Ibérica. Esta utópica idea nos parece descabellada y un despropósito en el caso concreto de Euskal Herria, ya que dicha nación jamás podrá mantener ningún tipo de relación amistosa con pueblos que están a todo punto en nuestras antípodas, y con quienes quienes como está demostrado, el más mínimo contacto es pernicioso para nuestra etnia.
Como nacionalistas, y contemplando a la humanidad de acuerdo a principios étnicos y raciales, no podemos admitir la conveniencia de encadenar e hipotecar el destino de la nación euskaldún al de ningún otro pueblo de la Península Ibérica, especialmente porque es conocido lo poco que valen dichos pueblos desde el punto de vista racial.
La política exterior vasca estará enfocada a un absoluto aislacionismo. Euskal Herria será construida de espaldas al resto de los pueblos peninsulares o no será.
Euskal Herria debe reencontrarse a si misma, debe recuperar sus propias raíces, y esto jamás podrá conseguirse mientras viajemos de la mano de un atajo de débiles romanizados. Por ello es menester romper toda ligazón con los maketos, poco nos importa a los euskaldunes la emancipación o el desarrollo de otros pueblos peninsulares porque su engrandecimiento, conduce a nuestra decadencia.
Grande es pues el daño causado a nuestro pueblo por los maketos (ya sean gallegos, extremeños, andaluces o castellanos) como para que desde algunos círculos “nacionalistas” se ose hablar de “solidaridad” entre los pueblos. En efecto, los maketos son responsables de la desaparición total de nuestro idioma y el aniquilamiento de nuestro pueblo en muchos rincones de nuestra geografía. Así la práctica totalidad de la población de Barakaldo, Sestao, Portugalete o Santutzi son casi en exclusiva descendientes de los maketos que vinieron a quitar el hambre a nuestra tierra durante el gran desarrollo industrial que vivimos en la segunda mitad del pasado siglo. Los “coreanos” que llegaron a dichas poblaciones lo hicieron con la mentalidad de que estaban en España, trajeron a nuestra tierra su idioma o sus curiosas costumbres tribales y no sintieron respeto alguno por el euskera y nuestra cultura. Razón de más para no sentir ningún tipo de aprecio hacia dichos pueblos.
Y es que no en vano el propio Txillardegi escribió hace décadas que el pueblo vasco no cuenta entre los pueblos del Estado Español con cuarenta millones de aliados sino... con cuarenta millones de enemigos.
Como nacionalistas, y contemplando a la humanidad de acuerdo a principios étnicos y raciales, no podemos admitir la conveniencia de encadenar e hipotecar el destino de la nación euskaldún al de ningún otro pueblo de la Península Ibérica, especialmente porque es conocido lo poco que valen dichos pueblos desde el punto de vista racial.
La política exterior vasca estará enfocada a un absoluto aislacionismo. Euskal Herria será construida de espaldas al resto de los pueblos peninsulares o no será.
Euskal Herria debe reencontrarse a si misma, debe recuperar sus propias raíces, y esto jamás podrá conseguirse mientras viajemos de la mano de un atajo de débiles romanizados. Por ello es menester romper toda ligazón con los maketos, poco nos importa a los euskaldunes la emancipación o el desarrollo de otros pueblos peninsulares porque su engrandecimiento, conduce a nuestra decadencia.
Grande es pues el daño causado a nuestro pueblo por los maketos (ya sean gallegos, extremeños, andaluces o castellanos) como para que desde algunos círculos “nacionalistas” se ose hablar de “solidaridad” entre los pueblos. En efecto, los maketos son responsables de la desaparición total de nuestro idioma y el aniquilamiento de nuestro pueblo en muchos rincones de nuestra geografía. Así la práctica totalidad de la población de Barakaldo, Sestao, Portugalete o Santutzi son casi en exclusiva descendientes de los maketos que vinieron a quitar el hambre a nuestra tierra durante el gran desarrollo industrial que vivimos en la segunda mitad del pasado siglo. Los “coreanos” que llegaron a dichas poblaciones lo hicieron con la mentalidad de que estaban en España, trajeron a nuestra tierra su idioma o sus curiosas costumbres tribales y no sintieron respeto alguno por el euskera y nuestra cultura. Razón de más para no sentir ningún tipo de aprecio hacia dichos pueblos.
Y es que no en vano el propio Txillardegi escribió hace décadas que el pueblo vasco no cuenta entre los pueblos del Estado Español con cuarenta millones de aliados sino... con cuarenta millones de enemigos.
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